La Alhambra de Granada

Desde el mirador de San Nicolás, contemplo la impresionante mole rojiza y evoco lo que acabo de ver en su interior. Poco puede imaginarse desde este lugar, aun intuyendo la grandeza, lo que encierra en sus murallas la más hermosa de las ciudades palatinas… La Alhambra, poseedora de un arte para los sentidos, donde agua, luz y colores se conjugan en armonía. Recuerdo los paseos de Irving, sus ensoñaciones, sus inspiraciones… 

Un mundo mágico donde todo es posible, en el que desfilan ante mis ojos telas lujosas de raso, babuchas brillantes, insinuantes velos transparentes, ostentosos turbantes, joyas de oro con piedras preciosas engarzadas… Bellas princesas, caballerosos príncipes…; noches de amor bajo los lucernarios de las bóvedas, secretos escondidos entre los patios, mullidos divanes. Siento todo el esplendor de magníficas salas… Mexuar, Comares, Abencerrajes, Los Reyes, Las Dos Hermanas… mocárabes imposibles que se asemejan a estrellas del firmamento… 

Intrigas y disputas, cruce de sables, pugnando por el poder, se mezclan con la serenidad, el recogimiento, la ilusión y el placer. Pero lo sublime, lo que arrebata el corazón, tras franquear el Patio de los Leones… es el Mirador y el Patio de Lindaraja. Me acerco a los arcos pareados, hipnótica visión que culmina bajo sus pies con un sombreado y fresco vergel, perfecto para las calurosas tardes de verano en Granada. 

Mundo onírico donde el murmullo del agua es constante, donde el aroma a jazmín inunda los parterres, surcados de especias, árboles frutales, divinas plantas exóticas… colores, muchos colores… Azulejos, estrellas de ocho puntas mezcladas con cipreses, delicados poemas escritos en las paredes, destellos de luz que, velados, traspasan las celosías… Me sumerjo en el embrujo… 

Escucho la voz susurrante de Boabdil, muy cerca de mí…, que tomándome de la mano dice… “nunca vimos jardín tan verdeante, de más dulce cosecha y más aroma”

Mocárabes de la Alhambra

Azulejos Andalusies

Sala de los Abencerrajes

Patio de Lindaraja